Estamos muy acostumbrados a escuchar hablar de lo relacionado con el “conocimiento
científico” de una manera natural y entendiendo que eso nos proporciona veracidad
contrastada con un acontecimiento, una explicación, un desarrollo, etcétera.
Yo quiero poner en valor otra expresión que “la ciencia del conocimiento”, parece solo un juego
de palabras, pero no es así. Se refiere a todos esos conocimientos, algunos ancestrales, que
tienen las personas adquiridas por transmisión oral y practicadas en su día a día y que están
fuera del marco formal del conocimiento.
Voy a poner un ejemplo asociado a la imagen que tenemos en el artículo. Son gorras de tejidas
con centeno que servían, entre otras cosas, para sofocar el calor que el sol del verano y para
identificar aspectos sociales de quien las llevaba.
Este elemento etnográfico y etnobotánico no solo nos da información de algo práctico si no de
todo un acervo cultural asociada a esta actividad. Era tejido por mujeres y a lo largo de todo ese
proceso nos proporciona historias de vida; historias de situaciones, de acontecimientos
significativos y únicos para ellas.
Todo ese conocimiento adquirido a lo largo de cientos de años y todas las historias de vida
asociadas a ello es lo que yo denomino “la ciencia del conocimiento”. No está escrito en libros
insignes, ni catedratizado, ni divulgado en aulas o en revistas científicas, pero está ahí y
permanece al patrimonio inmaterial cultural que reside en las manos y el cerebro de las
tejedoras de historias.